Mírame. Yo también tengo arrugas. Mi piel anciana también se cuartea y desprende como la tuya. Mi cabellera cambia de color, mis ojos se vuelven más profundos y mi corazón late más despacio.
Como tú, yo también envejezco.
Mírame, sin embargo, más a fondo. Olvida mis cristales resquebrajados y polvorientos o mis fachadas decrépitas. Ignora las puertas carcomidas por el agua y desvaídas por la sal. Fíjate en cambio en el verde de mis aguas, en el azul de mis cielos y en esa luz amarilla que me baña al anochecer.
Esa, la inmutable, también soy yo.
Ahora para de leer, deja esta hoja, levántate y busca el espejo más cercano. Esta es la parte más difícil. Contémplate atentamente, sin prisas. Busca en ti esas aguas verdes, esos cielos azules y sobre todo esa luz amarilla. Sí, sí que está ahí. Cuando la encuentres regodéate en ella. Reconócete. Y, por favor, sonríe.
Todo es mejor con una sonrisa.
Hasta la caducidad.
[mensaje hallado flotando en Rio de San Stin, enfrente de Santa Maria Gloriosa dei Frari].