Ayer mi ama soñó con vos. Lo sé porque soy una ardilla muy
sufrida y me despierto con facilidad. Hacía tiempo que no le pasaba, cosa que resulta
bastante comprensible porque sus sueños suelen girar en torno a sus peripecias cotidianas,
y vos hace mucho que no intervenís en ellas.
La capacidad onírica de los bípedos es algo que siempre me
ha fascinado. Será que cuando convives con una humana que te narra sus
ensoñaciones noche sí y noche también tienes que entretener tus horas de
vigilia de algún modo, y la interpretación de los sueños es un tema igual de
válido para psicoanalistas barbudos que para roedores desvelados.
En ocasiones mi ama sueña con personas lejanas con tal
intensidad que al despertar todavía es capaz de evocar su tacto, sus voces, su
olor o incluso su sabor. A menudo me pregunto si, dada la rareza de los homo
sapiens, semejante sinestesia es recíproca: si soñar con alguien implica que
ese alguien también está soñando contigo. Sería bonito que así fuera, que
bastase con cerrar los ojos y dejarse llevar para acortar el espacio entre la
gente que quieres. Es una de las pocas cosas que estaría dispuesta a envidiar
de estos simios pelones (por no mencionar el ahorro en billetes).
Permitidme, pues, realizar una pequeña comprobación a este
respecto: mi dueña, en efecto, soñó con vos anoche. Sí, con vos, que me leéis
pese a que no os atreváis a escribirme. No os preocupéis, sé que os caigo bien.
La incógnita es si vos también la soñasteis a ella, si al recuperar la
consciencia todavía recordabais haberla tocado y haberos reído juntos (algo
que, visto desde fuera, doy fe de que puede dar incluso miedo).
Si no os molesta, por favor sacadme de dudas dado que, en el
fondo, desearía que mi teoría fuese cierta. “¿Por qué?” os preguntaréis (quizás).
Además de porque me gusta tener razón, porque sé que en su sueño mi ama os
abrazó y os dijo que os echaba de menos, y me parece muy triste rodear con tus
brazos el vacío que ocupaba alguien que ha dejado de extrañarte a ti.