lunes, 18 de febrero de 2013

Igerileku izakiak

Tras varios meses escuchando las aventuras de mi ama cada vez que va a nadar, creo que ha llegado el momento de que establezca una clasificación de los personajes que comparten calles con ella, sin importar la ciudad o el país en el que resida.

No obstante, antes de empezar este repaso por la fauna acuática de toda piscina que se precie, quisiera indicar que aunque emplee el masculino para referirme a cada tipología lo hago con intención genérica y sin ningún afán discriminatorio: los humanos pueden ser igual de irritantes independientemente de su género. Aclarado este punto, comencemos:

Uno de los tipos de nadador más frecuente es el bípedo con complejo de tortuga. Estos ejemplares se caracterizan por superar las sesenta primaveras y nadar a un ritmo exasperantemente lento. Esto de por sí no sería suficiente para crear una categoría específica para ellos, si no fuera porque esta clase de humanos tiene la costumbre de flotar parsimoniosamente por el medio de la calle, impidiendo al resto de nadadores ejercitarse a una velocidad que no sea la suya. Además, siempre se ofenderán si se les adelanta. Una variante de esta tipología es la de la bípeda-tortuga bipolar, que tras enfadarse contigo en la piscina por adelantarla resulta ser amabilísima en el vestuario; posiblemente porque es incapaz de reconocerte sin las gafas de buceo.

Además de los humanos que se traspapelan de especie, también los hay que directamente se equivocan de estado de la materia. Estos bípedos despistados no asumen plenamente su condición de seres corpóreos, y por tanto intentan infructuosamente fundirse con el líquido elemento generando falsos tsunamis en el delicado ecosistema de la piscina. A consecuencia de este comportamiento el resto de nadadores son periódicamente ahogados cada vez que uno de estos especímenes pasa a su lado como una lancha motora. Por norma general cuando mi ama se topa con un bípedo-tsunami suele abandonar el recinto llevando más agua dentro que fuera. Debido a una mutación genética, hay bípedos-tsunamis que han evolucionado en versiones menos perniciosas para el medio ambiente, como los que simplemente generan olas de varios centímetros cuando dan la patada de braza con los pies juntos y que claramente nunca han visto a una rana en acción.

Después tenemos a los simios exhibicionistas, cuyo credo se asienta religiosamente en el axioma de que menos es más. Por consiguiente, resulta totalmente superfluo llevar un centímetro de lycra más que el estrictamente necesario para cubrir aquello que el decoro popular considera imprescindible para no ser expulsado de las instalaciones deportivas. Ocasionalmente dichos bípedos sufren percances inesperados y muestran incluso más de lo que ellos mismos desearían.

Dentro de la familia de los bípedos exhibicionistas se encuentran asimismo los humanos que salpican. Se trata de una curiosa variedad híbrida que aúna características exhibicionistas con la genética de algún antepasado del bípedo-tsunami. Si para el exhibicionista menos es más, para sus parientes lejanos más es, evidentemente, más. Más energía conduce a mayor altura y mayor fuerza de la salpicadura, y por ende más espuma y más chapoteo. Algunos expertos apuntan a que este comportamiento podría formar parte de su ritual de cortejo, pero por el momento no disponen de pruebas empíricas que demuestren que la estrategia da resultado.

Finalmente llegamos a los humanos que emplean la piscina como terapia anti estrés en lugar de acudir a un especialista, con la de paro que hay. Estos simios se distinguen por lo que vulgarmente se conoce como mala baba. Dicho fenómeno puede producir ceguera temporal, impidiéndoles percatarse de que hay otros congéneres en su misma calle. En estos casos asegúrese de permanecer tranquilo (pueden oler el miedo, incluso en el agua), haga todo lo posible por no provocarles e intente cambiarse de calle en cuanto tenga oportunidad. Se evitará miradas iracundas, improperios, arañazos e incluso tendinitis. Y sí, son todos ejemplos reales.

Concluido este recorrido por las distintas variantes de simios acuáticos, he de añadir que a pesar de que mi dueña lo niegue apasionadamente estoy convencida de que ella tampoco se libra de pertenecer a alguna (o a varias) de estas categorías de cuando en cuando. Menos a la que anda escasa de lycra, afortunadamente.