miércoles, 6 de marzo de 2013

Botere magikoak

Llevo prácticamente dos meses en Bilbao y casi cinco adiestrando a mi humana. A lo largo de este período he ido realizando una serie de observaciones empíricas y familiarizándome con una sucesión de hechos pasados hasta formular una teoría concluyente: mi dueña tiene superpoderes.

La mitología bípeda está plagada de superhombres con habilidades fabulosas. Algunos capturan leones y cortan cabezas de hidras, otros pierden su magnífica fortaleza cuando visitan al barbero y varios, además de volar o producir telarañas, parecen adorar las capas al viento y/o las mallas de lycra. Mi bípeda, con lo enclenque que es, lógicamente ni rebana cabezas, ni surca los aires y si me apuran ni pasa por la peluquería. Su superpoder es de una naturaleza tan sutil como extraordinaria. Analicemos los hechos:

  • Septiembre de 2004, Centroamérica. Colchones en las ventanas, acopio de agua, hojas de palmera por los suelos. Se avecina un huracán. La zona costera es evacuada, los transportes por mar quedan gravemente dañados y mi humana se encierra en un bajo al lado de una piscina. Su supervivencia demuestra que la teoría de Darwin sobre la selección natural a veces tiene curiosas excepciones. 
  • Verano de 2007, Pérfida Albión. Mi dueña se muda a una pequeña localidad casi en el centro del país. Durante su estancia se vive el verano más lluvioso de las últimas décadas, con alarmas por inundaciones y sacos de arena en los accesos a los edificios en previsión de riadas. Su habitación resulta estar plagada de goteras.
  • Invierno de 2009, Londinium. La peor nevada en años colapsa la ciudad. Los transportes públicos quedan bloqueados, los aeropuertos se ven obligados a cerrar y mi ama se tiene que quedar en casa sin hacer un muñeco porque no tiene botas de nieve. Cuando por fin consigue salir y comprarse un par no vuelve a nevar en el resto del invierno.
  • Octubre de 2012, Nueva York. La tormenta tropical Sandy sumerge medio Manhattan y se olvida de pasar por nuestro barrio (véanse los posts correspondientes). Mi bípeda se dedica a la cocina y a la escritura creativa durante una semana.
  • Noviembre de 2012, mismas coordenadas geográficas. Una ventisca de veinticuatro horas impele a mi ama a comprarse su segundo par de botas de nieve. Una vez adquiridas, como era de esperar, tampoco vuelve a nevar hasta el día siguiente de abandonar el país.
  • Enero de 2013, Bilbao. Temporal de lluvia y viento con algo llamado ciclogénesis de propina. No se ve el sol en todo el mes y yo empiezo a pensar en pluriemplearme como castor a tiempo parcial.
  • Febrero de 2013, todavía Bilbao. Sigue lloviendo con saña. La ría se desborda un poco en algunas partes. Mi ama huye de las nubes hacia la costa mediterránea. Le nieva nada más llegar a destino. A su regreso, dos días más tarde, Bilbao también considera que es un buen momento para amanecer nevado. Afortunadamente esta vez mi dueña decide que con dos pares de botas es más que suficiente y opta por no comprarse un tercero. Y eso que, por supuesto, no se ha traído ninguno de los otros dos. 
  • Marzo de 2013, siempre Bilbao. Tras dos días de sol, mi ama se confía y sale sin paraguas ni bufanda. Se levanta un viento racheado que hace que cruzar el Zubizuri se convierta en una carrera de obstáculos esquivando transeúntes que caminan en zigzag mientras uno intenta mantenerse en pie.

En resumen, mi ama posee su propio microclima (y escaso sentido común). Ya es mala suerte que de todos los poderes fantásticos que se podrían tener, a mi dueña le haya tenido que tocar la habilidad de atraer a las nubes. Estoy segura de que si le subvencionan un viaje al Sáhara en dos semanas lo convierte en un vergel.

De ahora en adelante cuando haga un tiempo de perros pregúntense si mi humana anda cerca (por cierto, ¿qué culpa tienen los cánidos de que llueva? Como siempre, los simios escurriendo el bulto y echando la culpa a otros del cambio climático). Por mi parte, cuando me pongo a pensar en que nuestro próximo destino se encuentra en una laguna me tiemblan las patas. Visto lo visto, el furor natatorio de mi humana ya no me parece en absoluto desacertado.