jueves, 23 de mayo de 2013

Profezie

Sabía que esto iba a pasar. Lo sabía. Lo advertí en su momento; incluso aporté datos y estadísticas. Pero claro, nadie escucha a la ardilla. Y así nos va.

¿Qué por qué estoy tan indignada? Veamos: estamos en las dos últimas semanas de mayo, el mes está a punto de terminar y se rumorea que hay un verano en ciernes. ¿Le parece a alguien normal que salgamos del trabajo el jueves pasado y nos topemos con media ciudad inundada? ¿O que para los próximos tres días estemos en alerta naranja por riesgo de mareas altas?

Por supuesto que no.

En otras latitudes el superpoder pluvioso de mi ama podría resultar algo engorroso, quizás hasta molesto. En Venecia, en cambio, sus habilidades la convierten directamente en un peligro público. Y ya está bien recórcholis, que soy un roedor arbóreo, no acuático. No sé cómo sobrevivirán los venecianos, pero a mí me está empezando a salir moho en el pelaje.

¡Uy, creo que me ha pillado poniéndola verde!

(…)

Ya, yo no me mojé porque iba en el bolso.

(…)

De acuerdo, admito que San Marco convertido en piscina tiene su encanto.

(…)

Sí, está bien, fue bastante divertido intentar llegar hasta allí jugando al escondite con las calles que no se habían convertido aún en canales.

(…)

En efecto, reconozco que la ironía de que la orquesta del Florian se pusiese a tocar “My heart will go on” mientras los turistas chapoteaban descalzos o en katiuskas por mitad de la plaza no tuvo desperdicio.

(…)

Vale, confieso que a mí también me dieron un poquito de envidia.

[Pausa reflexiva]

Bueno, pues sí, estamos a finales de mayo y mi bípeda se entretiene anegando ciudades. ¿Algún problema?