jueves, 31 de enero de 2013

Eskola atzera

A pesar de que a veces no lo parezca, mi ama se ha venido a Bilbao a trabajar, y lo hace en un sitio tan insólito que la primera vez que lo vi casi me muero del susto. Después pensé que con lo rarita que es mi dueña el aspecto de su oficina le viene como anillo al dedo, y ahora hasta le veo el encanto. Está claro que a todo se acostumbra una.

Todos los inicios son, bueno, inicios, y en su primera semana de trabajo mi ama se topó con una superabundancia de situaciones curiosas. Por ejemplo, estuvo investigando a médicos que daban electroshocks a artistas legendarios y a artistas legendarios que recibían electroshocks, y presenció un ataque de rabia contra una máquina de café (sin descargas de por medio), que por desgracia era también la única que hacía té con limón. También fue invitada a una reunión en la que casi llega la sangre a la ría (afortunadamente no la suya), fue derrotada por una fotocopiadora y se sintió bastante estúpida al ser incapaz de responder a su propio teléfono por desconocer su tono de llamada.

Lo bueno de los comienzos es que inevitablemente dejan de serlo para evolucionar en familiaridad. Tres semanas, un temporal y una ciclogénesis más tarde, mi humana empieza a saberse los nombres de las personas que la saludan a diario (y dado que se sienta al lado de la famosa máquina de café, a partir de las once básicamente se trata de la oficina al completo) pero aún sigue buscando la opción de definición de área de escaneado de la fotocopiadora.