viernes, 25 de enero de 2013

Volunti Reloaded

En efecto, he regresado. Lamento decepcionar a todos aquellos que pensaban que se habían librado de este roedor peludo durante el período de hibernación. Qué más habría querido yo que echarme una larga siesta. En lugar de eso en las últimas dos semanas he estado ejerciendo de niñera, aunque quizás sería más preciso decir de dueñera.

Todo empezó el 7 de enero, a eso de las 22:30. Mi ama me devolvió a mi odiada y cadavérica bolsa de plástico y me metió en una mochila azul. En la oscuridad que me rodeaba solamente alcanzaba a percibir un calor asfixiante y un traqueteo incesante, y como no había mucho que pudiese hacer terminé quedándome dormida. Once horas más tarde emergí de las sombras en una casa diferente y en una ciudad distinta, aunque no extraña: estábamos en Madrid.

Las siguientes cuarenta y ocho horas fueron una verdadera locura de idas y venidas, de bípedos familiares, conocidos e ignotos (para mí, que no para mi dueña). Todos querían saber de nuestras aventuras neoyorquinas, y yo descubrí que tengo bastantes más lectores humanos de lo que me imaginaba. También me reencontré con las personas a las que les debo mi nombre, algo que por supuesto fue todo un acontecimiento en mi tranquila existencia de ardilla. Aprovechando mi fugaz protagonismo les hice prometer que vendrían a visitarme al nuevo destino al que me ha secuestrado mi ama, y para que conste lo dejo por escrito. Más vale bellota en garra que ciento en el árbol.

En Madrid hacía un frío espantoso. Incluso yo, con mi abrigo tupido, agradecía contar con el bolso de mi ama para cobijarme al anochecer. Desgraciadamente ella no tenía nadie que la llevase en su correspondiente complemento de marroquinería (y eso que no ocupa tanto), con lo cual para cuando abandonamos la ciudad dos días después mi dueña ya tenía el frío metido dentro del cuerpo, bien agarradito a la garganta, y al poco de llegar a Bilbao se le empezó a escapar por los ojos, la nariz y la boca. Así fue como me convertí en enfermera improvisada, y a pesar de que haya sido una bendición que estuviese afónica unos cuantos días, tenerla calladita no me compensa que me despierte por las noches tosiendo como una tísica. Por la cuenta que me trae más vale que se reponga cuanto antes, ¡que así no hay manera de mantener un blog!

 [Nota: entrada escrita el 20/01/13].