miércoles, 25 de marzo de 2020

Encomienda

Guárdate de los Idus de marzo. Guárdate de su perfidia, de su apariencia benévola. Guárdate de su traición larvada, de las semillas de dolor y discordia que siembran sin que te percates. Cuando el daño esté hecho, cuando el mal asome su cabeza espeluznante y deforme, ellos dirán que no fueron. Dirán que fuiste tú, que no vigilabas tu espalda. Tú, que decidiste ir al Foro. Tú, que te confiaste en demasía. Guárdate, guárdate de ellos, porque su malicia no conoce límites ni su crueldad se detiene en miramientos.

Guárdate de las calas agitadas. Guárdate de las olas que te derriban sin descanso, una tras otra, que te arrojan contra la arena cada vez que intentas ponerte en pie. Guárdate de desafiarlas, porque no tiene sentido oponerse a ellas: siempre serán más fuertes. Te agotarán. Déjalas que te empapen, aunque te empujen al fondo. Déjalas que te arrastren, no te resistas. Conserva tus energías. La marea te llevará quizás a costas lejanas y distintas de las planeadas – suele hacerlo – y entonces las necesitarás para nadar hasta la orilla.

Guárdate de las galernas de finales de marzo. Guárdate, tú que puedes, de su oleaje taimado y de su ulular hueco y sordo. Guárdate de sus envites ciegos, de sus acerados rayos, de su vapuleo constante. Guárdate de su destrucción indolente, de su silencio obstinado, de sus cielos llorosos y de sus sombras tristes.

Guárdate, por favor, guárdate.

Guárdate ahora que yo ya no puedo guardarte.