La ciudad de la amnesia flota serena sobre un océano de
indolencia, similar a un estanque de mercurio. Duerme un sueño sin
remordimientos, en un letargo pre-invernal, ajena a presentes, pasados y
futuros. En tiempos gramaticales simples.
La ciudad sin memoria no recuerda a quienes hollaron sus piedras
a través de los siglos. Los olvida en cuanto abandonan sus islas, en cuanto una
barca se los lleva o un avión se despega de la pista. Sus pisadas desaparecen
del pavimento apenas las lame la marea. Las placas de las paredes son los
antecedentes marmóreos del post-it.
De no ser por los nizioletti,
la ciudad de la(s) laguna(s) a duras penas sería capaz de recordar sus propios
nombres. A fin de cuentas muchos se parecen, por no decir que son iguales.
Quién podría culparla. Por eso se repintan periódicamente, para que no se
pierda dentro de ella misma.
La ciudad desmemoriada es, también, la ciudad evanescente.
La ciudad difuminada y borrosa, cuyas calles se entremezclan y reescriben
caprichosamente en la memoria de quien no las recorre con frecuencia. Es una urbe
que se desvanece de los recuerdos nítidos para convertirse en una sucesión de
sensaciones, rumores, emociones. Se vuelve incorpórea e intangible en la
distancia y en el tiempo.
No te engañes. Tú también olvidarás los nombres de sus
calles y campos, tú también confundirás puentes y canales, barajarás recuerdos
inconexos y falaces. Jurarás y perjurarás que aquella fondamenta terminaba
delante de una iglesia que jamás estuvo allí y te sorprenderás haciendo un
esfuerzo para recuperar el nombre de aquel lugar por el que pasabas a diario.
La ciudad olvidadiza es líquida incluso en su evocación.
Llegará un día en el que la ciudad se diluirá demasiado, en
el que te costará creer en vuestro pasado común e incluso empezarás a dudar de
su existencia.
Entonces, cuando tu memoria y la suya no sean sino
intuiciones de felicidades vividas, regresa por fin.
Venecia te estará
esperando.
[Mensaje rescatado
del Gran Canal a la altura de Campiello del Remer].