domingo, 15 de febrero de 2015

Arengas mormonas

¡He recibido a mi primera visitante! Y sí, lo digo en primera persona porque, mal que le pese a mi ama, la bípeda que estuvo con nosotras hasta esta tarde vino a verme a mí en primer lugar y después, por esto de tener a alguien que le abriese la puerta de casa, a mi dueña. No en vano, cuando ambas humanas se encontraron, y una vez se hubieron saludado convenientemente, la recién llegada preguntó inmediatamente por mí. Set y partido para la ardilla.
Mi invitada es, por tanto, la responsable indirecta de que desde el lunes no haya habido actualizaciones en el blog. He estado ocupada ejerciendo de anfitriona perfecta porque visto que mi ama tenía que trabajar entre semana yo me encargué de acompañar a nuestra amiga por las calles de Copenhague, escondidita en su bolso, que afortunadamente es algo más amplio que el de mi dueña y me permite estirarme con mayor comodidad.
Hemos pasado cuatro días recorriendo vías empedradas y cruzando canales, visitando museos de todo tipo, participando en conciertos y performances barrocas, probando comidas típicas y no tan típicas, mutando el chai latte de placer en adicción, intercambiando confidencias, equívocos lingüísticos o recuerdos y, en general, descubriendo que formamos un buen trío viajero. No habremos comido arenques, pero eso podemos dejarlo para la próxima vez que nuestros caminos se crucen en un puerto de mar, o en sus inmediaciones.
Lo único que no me convence de deberle una visita a esta simpática humana es que me consta que convive, además de con otro simio, con un par de criaturas peludas y felinas a las que los lectores de este blog recordarán que no les tengo demasiado aprecio. Por esto del instinto de conservación, principalmente. Me parece que el día que me decida a ir a verla voy a tener que ir armada con un casco y un escudo. Volunti, la ardilla vikinga.
Pues ahora que lo pienso me gusta el título.
Salgo un momento a conseguirme un drakkar  y vuelvo.