¡He recibido a mi primera visitante! Y sí, lo digo en
primera persona porque, mal que le pese a mi ama, la bípeda que estuvo con
nosotras hasta esta tarde vino a verme a mí en primer lugar y después, por esto
de tener a alguien que le abriese la puerta de casa, a mi dueña. No en vano,
cuando ambas humanas se encontraron, y una vez se hubieron saludado
convenientemente, la recién llegada preguntó inmediatamente por mí. Set y
partido para la ardilla.
Mi invitada es, por tanto, la responsable indirecta de que desde
el lunes no haya habido actualizaciones en el blog. He estado ocupada
ejerciendo de anfitriona perfecta porque visto que mi ama tenía que trabajar
entre semana yo me encargué de acompañar a nuestra amiga por las calles de
Copenhague, escondidita en su bolso, que afortunadamente es algo más amplio que
el de mi dueña y me permite estirarme con mayor comodidad.
Hemos pasado cuatro días recorriendo vías empedradas y
cruzando canales, visitando museos de todo tipo, participando en conciertos y
performances barrocas, probando comidas típicas y no tan típicas, mutando el
chai latte de placer en adicción, intercambiando confidencias, equívocos lingüísticos
o recuerdos y, en general, descubriendo que formamos un buen trío viajero. No
habremos comido arenques, pero eso podemos dejarlo para la próxima vez que
nuestros caminos se crucen en un puerto de mar, o en sus inmediaciones.
Lo único que no me convence de deberle una visita a esta simpática
humana es que me consta que convive, además de con otro simio, con un par de
criaturas peludas y felinas a las que los lectores de este blog recordarán que
no les tengo demasiado aprecio. Por esto del instinto de conservación,
principalmente. Me parece que el día que me decida a ir a verla voy a tener que
ir armada con un casco y un escudo. Volunti, la ardilla vikinga.
Pues ahora que lo pienso me gusta el título.
Salgo un momento a conseguirme un drakkar y vuelvo.