miércoles, 18 de febrero de 2015

Halvdele

Hay una perplejidad danesa que me tiene tan boquiabierta que prefiero hablar de ella más detenidamente en lugar de limitarme a citarla en una lista.

En el trabajo de mi ama hay dos humanas que tienen caballos. Eso no me sorprende: a los simios les encanta sentirse propietarios de todo lo que les rodea. Como ejemplo ahí tengo a mi dueña, a la que denomino así por comodidad y para no dañar su frágil autoestima, pero no porque verdaderamente considere que tiene cualquier tipo de aspiración legítima a poseerme. Solo me faltaba eso.

El caso es que estas humanas tienen caballos, sí, pero no los tienen enteros. Tienen solamente medio caballo. Y lo grave es que no se trata del mismo, sino de jamelgos distintos, lo que implica que en algún lugar de Copenhague hay otros dos simios que también poseen otros dos medios caballos. Si eso lo extrapolamos a una sección amplia de la población de la ciudad, obtenemos que la capital de Dinamarca está plagada de humanos altos y rubios que comparten sus corceles con otros tantos humanos altos y rubios.

Honestamente, esto de poseer animales en régimen de multipropiedad se me antoja una verdadera rareza. ¿Cómo dirimirán con qué pedazo se queda cada uno? ¿Tendrá más prestigio el propietario de la parte delantera de un equino que el poseedor de los cuartos traseros? ¿Pagará más? ¿Qué sucede si dos dueños se enemistan? ¿Acuden acaso a un mediador que, cual Salomón, se pone voluntario para partir al noble bicho en dos mitades con una sierra eléctrica? Se me pone el pelaje de punta solo de pensarlo. ¿Existirá este cooperativismo con otros animales? ¿Se podrá tener un tercio de perro, o un quinto de gato? Y sobre todo, ¿qué pasa con las ardillas? ¿También nos venden por partes?

Creo que es vital obtener una respuesta a esta pregunta antes de que mi ama se asiente demasiado en el país y un día me salga con que le ha vendido mi cola a un vikingo que pasaba por la calle, que yo de estos vikingos todavía no me fío un pelo (nunca mejor dicho) y no me extrañaría que la quisiese para forrarse el cuello de un abrigo.