domingo, 7 de octubre de 2012

Opening Night

Anoche acompañé a mi ama a una inauguración. Como no cabía en su bolso de fiesta me puse mis mejores galas, me atusé cuidadosamente el pelaje y me limpié minuciosamente las garras.

Cuando llegamos ya había anochecido. Nuestro taxi nos dejó justo delante de un curioso edificio blanco de formas curvas rodeado de gente elegante. Dentro había música, un bar y muchos más simios, así que me costó un poco formarme una idea de en qué clase de lugar me encontraba. Mi ama, en cambio, parecía inusualmente ilusionada.

Nada más llegar la recibió una dama, redondeada y familiar, con un vaso de ofrendas en su mano derecha. Era solamente el inicio de lo que estaba por venir. Mientras ascendía por la rampa se fueron desplegando un sinfín de obras bicromáticas, un paréntesis delimitado entre una mujer planchando y un beso apasionado.

Ella las iba saludando a su paso con una leve inclinación de cabeza como si de viejas conocidas se tratase pues, de hecho, algunas lo eran. No podía evitar sentirse emocionada al volver a ver a aquellas amigas que la habían protegido y cuidado durante los últimos dos años y que ahora se reencontraban con ella en Nueva York para traerle lo mejor de su pasado y recordarle que no estaba sola. Que apenas unas semanas antes habían estado ante los ojos de las personas a las que había dejado atrás y se habían traído sus miradas prendidas a su superficie. Por eso se le pusieron los ojos más brillantes de lo habitual cuando se topó con su caballo favorito. Eran lágrimas furtivas de alegría e incredulidad por hallarse en aquel espacio, pero también de agradecimiento y nostalgia. Una casualidad afortunada que era también un pequeño milagro: el eslabón perfecto para unir dos realidades.

Miraba, también, a los tres bípedos que la acompañaban y pensaba en la suerte que tenía de poder compartir aquella experiencia con otros seres humanos que le devolvieran la sonrisa y con los que poder intercambiar lo extraordinario de encontrarse allí, en aquel edificio extraño pero cautivador, en aquella ciudad de oportunidades y sueños. Y en ese momento no importaba lo que estuviera por llegar porque aquel instante era perfecto por sí mismo.

Creo que lo que le sucedía a mi ama, simplemente, es que anoche era feliz.

 
[Yo, en cambio, todavía estoy intentando entender qué bellotas es eso del Cubismo].