lunes, 17 de diciembre de 2012

No Comments!


Recientemente se me ha transmitido la incomodidad de algunos de los lectores de este blog ante la imposibilidad de poder realizar comentarios a mis posts. A pesar de lo que pudiera parecer, comprendo perfectamente su frustración, y por ello he decidido ofrecer una explicación.

Obsérvese la siguiente imagen con detenimiento durante un par de minutos:


Rápido, sin mirar, ¿cuántas garras tiene una ardilla en cada pata?

¡Cuatro, muy bien!

Algunos recordarán que hace unas semanas (el 28 de noviembre, para ser exactos) propuse un juego: encontrar las siete diferencias entre una foto mía y otra de una de mis primas de Washington. Una de las diferencias es, precisamente, el número de garras: yo tengo tres.

Los lectores licántropos que me siguen podrán corroborar que los teclados humanos no están exactamente diseñados para nuestro tipo de extremidades. Esto convierte la redacción de cada post en un proceso muy laborioso, máxime cuando se tienen dos garras menos que el resto de mis hermanas. Escribir puede ser agotador.

Si a eso le añadimos el hecho de que tengo que compartir el ordenador con mi errática bípeda, con su susceptibilidad a flor de piel, es lógico que procure ser lo más cauta posible. No quiero que vuelva a cambiarme todas las contraseñas por una ironía extemporánea.

De todos modos espero que esta entrada deje constancia de que, aunque el blog no permita colaboraciones espontáneas, presto atención a las sugerencias que me llegan. Claro que otra cosa es que me lleguen: las ardillas somos escurridizas por naturaleza.

Por si esto no fuera suficiente, para dar muestras de mi buena voluntad convoco un referéndum: si alguien no está contento con esta solución, que levante la pata.

¿Nadie?

Así me gusta.